CIUDAD REAL (España).- Cual si de unos Miguel de Cervantes se tratase, salvando las 
distancias, esta semana nos ha sido entregado un valioso documento sobre
 un tomellosero que combatió en la guerra de Filipinas y fue de los 
últimos en abandonar el archipiélago, según publica www.lanzadigital.com. 
De Cide Hamete Benegueli hizo su 
nieto, Julián Espinosa López, que nos ha facilitado el material para dar
 a conocer los avatares de su antepasado en las últimas posesiones del 
Imperio Español (en aquel que en la época de Felipe II no se ponía el 
sol).
El protagonista de esta historia es Vicente Espinosa Jareño (a la derecha en la imagen), fallecido el 10 de noviembre de 1945 a los 70 años.
El
 documento, titulado “Diario en las Islas Filipinas”, comienza con una 
advertencia a los lectores. “Muchos de los nombres de los lugares que 
parecen en este este diario están escritos según suenan en su lengua 
original o en inglés, ya que el narrador no sabía ni el idioma 
originario de la región, no tampoco inglés. Hemos tratado de traducir 
dichos nombres para así situarlos mejor en el mapa”.
Así pues, damos paso al relato de Vicente Espinosa en las Islas Filipinas.
Relación nominal del tiempo que llevo de servicio
“Salí
 de mi casa el 22 de octubre de 1895. Fui destinado al Regimiento de 
Infantería León 38 [estaba en Madrid] y a la Primera Compañía. Allí 
permanecí hasta el día 30 de agosto del 96, que fui sorteado para Cuba 
con el número 122. Tuve que dar 2.000 reales [entendemos que para no ir a
 Cuba]. Permanecí en la misma compañía hasta el día 2 de octubre que me 
sortearon para Filipinas con el número 20, habiendo sorteado en esas 
intermedias para Filipinas y Puerto Rico cuatro veces.
 
    Vapor Covadonga
Embarque
 para Filipinas en Barcelona el día 19 de octubre en el vapor Covadonga.
 A los cinco días de la salida llegamos a Porsaez [Port Said] en donde 
tomó carbón en vapor y después salimos por el Canal de Suez. A la salida
 encontramos el puerto de Suez, donde no paró el vapor nada más que una 
hora, dando salida para Adén, que tardamos en llegar seis días. Después 
salimos para el puerto de Singapore [Singapur], tardando once días en 
llegar. Luego salimos para Manila, que tardamos en llegar. Desembarcamos
 en Cavite el día 12 de noviembre del 96, donde permanecí hasta el día 
20 que salimos para la estación de Manila, todavía sin tomar el desayuno
 y eran las dos de la tarde.
Tomamos el tren donde permanecimos 
hasta las 10 de la noche que paramos en Gigunto por estar destrozado el 
ferrocarril por los insurrectos. Aquella hora nos dicen que tenemos que 
marchar para el pueblo que desde la estación decían que faltaba una 
hora. ¡Bendita sea la hora que parecía de las fuertes de este país! Todo
 dimanaba del guía que llevábamos que nos perdió y toda la noche nos la 
llevamos de camino, llegamos a las seis de la mañana. Nos tenían buena 
comida pero a las diez de la mañana nos estaban preparando lechón, que 
es una comida especial en este país. Pero a las once llega un telegrama 
[ordenando] que inmediatamente tenemos que salir para Calumpit que 
teníamos que embarcar en el vapor.
Aquella hora salimos sin 
podernos esperar para comer. Pasando la vía por Malolo llegando a 
Calumpit donde teníamos que embarcar para Arayat. En una hora que 
paramos en Calumpit, de pocas no dejamos en el pueblo ni gallinas, ni 
patos, que todo nos era poco para avanzar para rancho. No pudimos 
comerlas hasta que llegamos a Arayat a las once de la noche, que a 
aquella hora tenían que hacer el rancho. A la una nos llaman para tomar 
el rancho que, por desgracia, ni pan teníamos. El rancho de gallinas no 
se podía probar que las rancheras lo habían quemado. No pudimos comer 
nada y a las siete de la mañana nos tenían otro por la misma especie 
para salir a las nueve de la mañana para el pueblo de San Isidro.
¡Bendito
 día que pasamos hasta llegar a este pueblo! En un barrio que se llama 
Sibutan nos dieron un poco de mariscada con babery. Cosa peo que aquello
 no se puede comer que nos fue vomitivo para todos y para mí más. Cuando
 llevaba una hora de camino ya no podía asistir a la compañía del mareo 
que me dio la dichosa comida y antes de llegar al pueblo de Caviao me 
tuve que montar en el caballo de un oficial hasta el pueblo.
 
    Barco atravesando el Canal de Suez
Allí
 nos dieron un refresco para poder continuar la marcha hasta el pueblo 
de San Isidro, donde yo llegué en una carromata. Llegamos a las nueve de
 la noche, que todas las personas salían a recibirnos con mucho 
entusiasmo que parece que no han visto persona nunca y gracias que nos 
tenían una cena muy abundante y muy buena. En este pueblo permanecimos 
cuatro días hasta que pidieron voluntarios para marchar a San Miguel de 
Mayunro y fui uno de los que dieron el paso al frente”.
Vivencias de la cruda guerra
“Salimos
 con cuatro horas de camino y llegamos a San Miguel de Mayunro donde nos
 recibieron muy bien. Al día siguiente teníamos que salir al monte en 
busca de los insurrectos. Partimos a las cuatro de la mañana, estuvimos 
de marcha hasta las doce que pudimos llegar hasta las trincheras y en 
quince minutos de fuego desalojamos al enemigo de sus posesiones. 
Inmediatamente nos abrimos para el pueblo y eran las 2 de la tarde 
cuando en medio del bosque escuchamos la música y gritos de “Viva 
España. Eran los curas y los principales del pueblo que nos llevaban 
comida. En este pueblo estuvimos tres días, dándonos la comida y 
sirviéndonos la mesa los frailes”.
Sigue contando Vicente Espinosa
 en sus diarios los siguientes movimientos que realizaron las tropas 
hispanas. “Salimos para San Isidro donde permanecimos dos días más para 
descansar. Salimos para San Fernando de la Pampanga con dos días de 
camino parando por Cabian, Arayat y México en San Fernando. En este 
pueblo permanecimos cuatro días para descansar ya que teníamos que 
continuar para la provincia de Batán”.
“Salimos para Balanga con 
cinco días de camino pasando por Bacolor, Florida Blanca, Dinalepijang 
Hermosa y Orami. Llegamos enfermos casi todos. Paramos cuatro días y 
dicen que tenemos que marchar para Olonga, pero llegamos a este pueblo 
con cuatro días de camino, pueblo de la playa. Al poco rato dicen que 
los insurrectos están en un pueblo del que se han llevado todo y han 
empalado al cura. Salimos en un vaporcito hasta el pueblo, al que 
llegamos a las dos de la noche, hora en la que atacamos el pueblo de 
Morang, quedando por amos del pueblo”.
Fuego cruzado, prisioneros y muertes
El
 relato de Vicente Espinosa se va endureciendo con la llegada de los 
terribles combates. “Aquella hora le pegamos fuego y nos retiramos al 
vapor, donde permanecimos hasta el día siguiente. A las 7 de la mañana 
salimos para un pueblo al que llegamos a las 10, un pueblo llamado Baga 
donde no sabían que había cazadores, puesto que se marcharon al monte 
asustados todos. En este pueblo de Baga permanecimos 4 días sin pan ni 
galletas”.
“El dia primero de enero del 97 salimos para Morany que
 estaba ocupado por el enemigo. Teníamos que marchar por tierra y antes 
de llegar encontramos al enemigo. Cruzamos fuego y nos hicieron un 
muerto y dos heridos,  por su parte fueron vistos cuatro muertos. En 
busca de esta partida estuvimos  hasta el día 5 que tuvimos fuego, 
haciéndoles cuatro prisioneros, los cuales sabían donde estaba la 
partida principal e inmediatamente fueron fusilados dos, dejando los 
restantes para guías”.
 
    Soldados españoles en Filipinas
“El
 día 6 continuamos la marcha, que no había más camino que un río, 
pasando todo el día de camino. El día 7 continuamos hasta las diez de la
 mañana que encontramos las trincheras. Empezamos el fuego en una cuesta
 donde teníamos que subir a gato. Como la guerrilla  marchaba los dos 
días en vanguardia, fuimos los primeros en subir, no quedando nada más 
que tres de los compañeros míos de los que íbamos juntos, quedando los 
demás muertos y heridos. Hubo veinte bajas en la compañía, entre muertos
 y heridos”.
En el hospital
“Bendito sea el 7 de enero, 
que nunca se me olvidará y a los dos compañeros que todos sacamos 
averías de las balas enemigas. Me destrozaron el fusil y una bala que me
 rompió el sombrero. En este fuego hicimos 8 prisioneros, los cuales 
fueron fusilados. Allí permanecimos hasta el día siguiente para marchar 
al pueblo donde estábamos destinados y en el que permanecimos cuatro 
días. Después salimos para Orami, donde permanecimos hasta que el 
capitán se presentó voluntario para las operaciones de Cavite”.
“A
 mi llegada a Orami yo estaba enfermo, con todas estas fatalidades nos 
marchamos a Manila, donde me llevaron al Hospital a reconocimiento. El 
médico no me dejó marchar más, y esa fue la salvación de mi vida. Estuve
 6 días en cama y luego me quedé de practicante en Manila”.
De las estancias en el hospital y su caída como prisionero hasta su regreso a España
“El
 2 de mayo de 1897 me destinaron al Hospital de Ymus, provincia de 
Cavite, pasando por Cavite, San Roque y Santa de Malabón. En este 
Hospital permanecí hasta el 17 en el que nos trasladaron a Nau donde 
estuve hasta el 10 de junio. Este día el director mandó con 60 enfermos a
 Manila, donde quedé destinado sin más cargo que pasearme. El 19 de 
octubre me trasladaron al Cuerpo de Sanidad Militar, con destino en el 
Hospital de Malate. Allí estuve hasta el 29 de diciembre, día en el que 
fui destinado a la enfermería de San Isidro. Tardamos cuatro días en 
llegar y pasamos por los pueblos de Caloocan, Palo, Marilao, Boeabuig, 
Bigaas, Guiguinto, Malvlos, Calumpit, Arayat y Calrao. Llegamos a San 
Isidro el día 2 de enero del 98 donde me encuentro destinado hasta nueva
 orden”.
Vicente Espinosa tendrá que hacer frente  a situaciones 
ciertamente complicadas y que narra con todo detalle en su diario. “En 
San Isidro permanecí hasta el 20 de junio, día en el que decidimos 
abandonar este pueblo al estar rodeado de enemigos que hacían fuego por 
todas partes. Así estuvimos toda la noche. Tomamos tres trincheras y en 
ellas tuvimos diez bajas entre muertos y  heridos. En esta situación 
hasta las doce del día que nos tuvimos que entregar. Estuvimos muchas 
horas sin comer y al día siguiente nos metieron en la cárcel”.
 
    Soldados españoles
El 
tomellosero que combatió en Filipinas sigue contando que “el 12 de julio
 me destinaron al pueblo de Cabia para curar unos heridos. Allí 
permanecí hasta el 12 de septiembre a la Calcicero en la cárcel. El día 
20 me destinaron a un “bajay”, donde permanecía hasta el día 5 de mayo 
del 99 que salí para Cabanatuan. Tardamos dos días en llegar pasando por
 Santa Rosa. El 17 de mayo salimos para Bayaban, provincia de 
Pangasinan, pasando por Aliaga, Sieab, Bidoria, Carlao, Guerona, Pamque y
 Monaladu. Llegamos a Bayaban  el día 22. En este pueblo permanecí hasta
 el 20 de junio que fui destinado con mi amo a la Cabecera de Garlae.”.
La llegada de los americanos
Continúa
 con su relato Vicente Espinosa que desembocará en el regreso a España. 
“En esta cabecera permanecía en compañía del gorresno hasta el 20 de 
agosto que salí para la Cabecera de Nueva Écija pasando por los pueblos 
de Murcia, Capas, Concepción, San Pedro, Magala, Arayat y Cabiao, 
llegando al pueblo de San Isidro el día 23. Aquí permanecí hasta el 25 
de octubre que salí para Benaranda por la llegada de los americanos. En 
Benaranda estuve hasta el 30 de noviembre, donde pude conseguir escapar 
por estar enfermo con calenturas palúdicas”.
“Salimos para 
Baliguayig tardando en llegar dos días, y pasando por Santa Lucía, San 
Miguel y San Ildefonso. Llegamos a Baligua donde paramos un día con los 
americanos, saliendo el día 3 de diciembre para Manila pasando por San 
Mateo, donde paramos todo el día. El día 4 partimos hacia la estación de
 Manolos, llegando a Manila el día 4 a las 9 de la noche. Al día 
siguiente fui destinado a prestar servicios en el Hospital donde he 
estado hasta el día 20 de febrero de 1900 que embarqué para España en el
 vapor “Isla de Luzón” de la compañía Transatlántica de Barcelona”.
“Salí
 de Manila el 20 de febrero y pasamos por Singapur, Colombo, el estrecho
 de Sumatra, Coliflor, Cabo de Infierno, Suez, Port-Sad (Port-Said), 
llegando a Barcelona el 23 de marzo a las diez de la mañana y allí 
permanecí hasta el día 26 que salí para este pueblo, llegando el día 27 
donde me encontré a mi buena familia después  de 56 meses de servicio”.

 
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