TEL-AVIV.- La voluntad de proteger a sus hijos vence al miedo que sienten Ivy y
Romela, dos mujeres filipinas radicadas hace casi 15 años en Israel y
que compartieron cómo viven la nueva ronda de deportaciones que
las puede obligar a dejar el país de un momento a otro.
"Yo ya tengo todo empaquetado y las maletas listas, y hasta una muda
de ropa que llevo siempre encima por las dudas", cuenta Ivy, que
llegó a Israel en el año 2005 tras pagar 4.500 dólares a la agencia que
le gestionó el permiso de trabajo, que no le fue renovado tras el
nacimiento de su hijo Povi en Israel, en 2009.
En su situación hay alrededor de un centenar de mujeres, en su
mayoría madres que quedaron solas a cargo de sus hijos tras la
deportación de sus maridos y cuyo estatus no fue renovado tras dar a
luz.
Además de ellas, hay alrededor de 30.000 trabajadores extranjeros
filipinos en Israel, casi todas mujeres dedicadas a cuidar ancianos,
muchas de ellas sin hijos y otras cuyos hijos formaron parte de las dos
rondas de legalizaciones que tuvieron lugar en 2006 y 2010 y que
otorgaron estatus a familias con niños de seis años o más.
Ahora, los niños que no contaron en esas legalizaciones por ser
menores de seis años, están siendo deportados junto con sus familias al
país de donde vinieron sus padres, aunque han nacido y crecido en
Israel, hablan solo hebreo y nunca han salido del país.
"Están sacando chicos de sus camas durante la madrugada, los
despiertan para sacarlos del país y mandarlos a un lugar que no conocen,
no lo puedo entender", señala Romela, que llegó de Filipinas en
2005 y en 2008 perdió su estatus tras dar a luz a Siván, la primera de
sus dos hijas.
Tanto Romela como Ivy se dedican hoy a limpiar casas, un trabajo
físicamente agotador pero particularmente problemático por la
imposibilidad de asegurarse la cantidad de horas mensuales mínimas
necesarias para obtener el ingreso que necesitan.
Aunque tienen miedo, sobre todo por el futuro de sus hijos, se atreven a mostrar sus rostros y dar sus nombres reales.
Parte de su confianza proviene del apoyo que reciben de la
organización Niños Unidos de Israel, de madres solas filipinas y que
lidera la lucha por sus derechos.
Beth, miembro de la organización y también amenazada con la
deportación junto a su hija de 12 años, explica que el riesgo no
pasa por mostrar o no la cara y que, al hacerlo, le están diciendo al
gobierno: "éstas somos, aquí estamos, ustedes nos trajeron, ahora
mírennos a los ojos y dígannos que nuestros hijos no merecen estar aquí
tras crecer en este país".
Muchas de las madres han dejado de trabajar por temor a que las
arresten oficiales de inmigración junto a sus hijos para deportarlas,
temor que se acentuó esta semana tras la expulsión de una mujer filipina
llegada en 2006 junto a su bebé de 11 meses.
"Ser madre soltera es muy difícil, por la soledad, el cansancio, el
hambre, pero siempre puedes hacer algo al respecto, pero con esta
situación no sabemos qué hacer", menciona Ivy, que agrega que, para
ella, esconderse no es una posibilidad porque, si no trabaja, no puede
pagar el alquiler y alimentar a sus hijos.
Tanto ella como Romela enfatizan lo importante que es el apoyo que
reciben de los padres israelíes de los compañeros de escuela de sus
hijos, que las han acompañado en protestas y les ofrecen llevar y traer a
sus niños a actividades y hasta acercarles las compras del supermercado
a sus casas para que no tengan que salir a la calle.
Povi, hijo de Ivy, cumplió recientemente diez años y sueña con
trabajar en el zoológico de Ramat Gan, cerca de Tel Aviv. No sólo no
habla filipino, sino que no conoce la cultura ni jamás ha estado allí:
"Israel es mi hogar y no sé por qué nos quieren deportar. No me gustaría
irme, por mis amigos y mi familia, extrañaría todo de aquí".
Siván, de 11 e hija de Romela, dice que la entristece pensar en irse y
que le es difícil expresar lo siente, una mezcla de tristeza y enojo.
Para el Estado, específicamente para la Autoridad de Población e
Inmigración, son "ciudadanos extranjeros que han estado viviendo en
Israel durante mucho tiempo en violación de la ley y sin estatus".
Aunque la mayoría provienen de Filipinas, hay también familias de
otros países de Asia, Europa del Este y algunas latinoamericanas,
principalmente de Colombia.
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