viernes, 5 de julio de 2019

La alcaldesa de Guitiriz que borró la memoria de los últimos de Filipinas


LA CORUÑA.- Al celebrarse el 120 aniversario del final del “Sitio de Baler”, y de la resistencia que durante 337 días sostuvo el destacamento español en la iglesia del lugar, se recuerda que entre aquellos soldados se encontraban tres gallegos: Vicente Pedrosa Carballeda, nacido en Carballiño, Orense, soldado raso y de oficio, jornalero. José Martínez Santos, natural de Almeiras, Culleredo, La Coruña, era soldado raso y campesino. Bernardino Sánchez Caínzos, de Guitiriz en la provincia de Lugo, soldado sanitario y de oficio, labrador. A este último se le recordó durante años con una calle que llevaba su nombre en la localidad de Guitiriz, hasta que recientemente, la entonces alcaldesa del lugar, decidió quitarle la placa, por franquista y dedicar la calle a “La Libertad.

Se celebran estos días diversos actos en recuerdo de la gesta de los “Últimos de Filipinas”, destacando los propios actos que han organizado las autoridades filipinas con ofrendas florales, honores militares y escolares con banderas españolas y filipinas en el propio Baler.
En el momento de su estreno fue ampliamente criticada la la película de Salvador Calvo, “1898. Los últimos de Filipinas”, que pretende ser una revisión de la versión de Antonio Román, de 1945, basada aquella directamente en el contenido del libro “El sitio de Baler. Notas y Recuerdos”, escrito a su regreso a España por el teniente Martín Cerezo que es una crónica detallada de lo ocurrido durante casi un año en aquel lejano lugar. 
Poca gente sabe que este libro fue traducido al inglés, apenas publicado, y que durante décadas fue un texto de lectura obligatoria en la Academia de West Point, en los Estados Unidos, por considerarlo un ejemplo de moral militar y de la resistencia que una guarnición cercada en una plaza mantiene su dignidad sin rendirse y sin esperanza de socorro, como así ocurrió.

Segunda versión infame
La segunda versión de la película resultó indignante, ya que anula el sentido de aquella resistencia y los ejemplos de dignidad de aquellos soldados, que se presentan como unos pobres diablos resignados que no saben qué hacen allí, mandados por jefes crueles y obsesivos.
 Al contrario, como gran novedad se pone especial acento no en la camaradería de los héroes, sino en los desertores, que los hubo. Fueron 8, de los cuales 6 lograron huir y dos fueron fusilados en los días finales del asedio.
Los propios filipinos realizaron dos versiones de este episodio de su propia historia donde se trata a los españoles con más respeto y objetividad. Como mostró en su día el propio presidente Aguinaldo, quien en decreto dado en Tarlak el 30 de junio de 1899, dispuso, con respecto a los supervivientes de Baler: 
Los individuos de que se componen las expresas fuerzas, no serán considerados como prisioneros, sino por el contrario como amigos y en su consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país”. 
El mismo Emilio Aguinaldo, preguntado por su opinión personal sobre la defensa de Baler, dijo que le parecía “Muy heroica”.
Aquellos soldados estuvieron 337 días cumpliendo su deber, y como no tenían bandera, la confeccionaron con unas casullas de los monaquillos de la iglesia y unas telas de mosquitera. En Baler se encerraron 57 soldados y tres religiosos e ignorantes de que España había perdido las Filipinas rechazaron has nueve intentos de negociación. 
Pero el peor enemigo no fueron las balas tagalas, sino el hambre y la disentería, por lo que las bajas de guerra propiamente fueron las menos frente a los quince resistentes, incluidos dos oficiales a los que se llevaron las privaciones. Hubo dos bajas por las balas enemigos, seis desertaron y dos fueron fusilados al intentar hacerlo.
Al final quedaron 33 resistentes, de los cuales tres eran gallegos: Vicente Pedrosa Carballeda, do Carballiño, en Orense; José Martínez Santos, de Almeiras, La Coruña y Bernardino Sánchez Caínzos, de Guitiriz, Lugo. 
El primero, jornalero; los otros dos, labradores. En el conjunto del destacamento hubo ocho desertores (ninguno gallego); pero sólo fueron fusilados por tales un cabo y un soldado. De los otros, nunca más se supo.
Izquierda Unida y el PSOE de Cáceres, al mismo nivel de ignorancia supina suprimieron “por franquista” hace ya años, la calle dedicada a “Los últimos de Filipinas”. Y la alcaldesa de Guitiriz, Lugo,  Regina Polín, dejó sin calle por el mismo motivo el soldado sanitario, natural del lugar, Bernardo Sánchez Caínzos que falleció en los años veinte, y que ahora se llama “Calle de la Libertad”. Por cierto, en 1898 Franco tenía 6 años.
Los supervivientes tuvieron que esperar hasta 1908 para que les fuera concedida una pensión vitalicia de 60 pesetas mensuales. El ignorante gobierno municipal de Cáceres (donde confundieron de paso un bronce con el escudo de los Reyes Católicos con el de Franco, que retiraron y luego (¡tras estudio!) tuvieron que reponer, no sabían ni se enteraron que sólo 13 de aquellos soldados sobrevivieron a la guerra civil y tres de ellos fueron nombrados tenientes honorarios en 1945.

Testimonio de un superviviente
El sevillano Alberto Sevilla, en una de las críticas a la nueva versión de la película, recoge el testimonio de una carta entre dos supervivientes de aquella gesta, cuya reproducción lo dice todo:

“José Hernández Arocha, el héroe tinerfeño de Los últimos de Filipinas, escribió, 21 años después, a un camarada superviviente de Baler, el mallorquín Antonio Bauza Fullana. En la misiva, le dice el canario al balear: 
"Tú sabes muy bien que durante los 11 meses que duró nuestro martirio que es increíble, éramos los amigos inseparables, que nos contábamos nuestras penas, nuestras desdichas, nuestros sufrimientos, nuestras calamidades y nuestras amarguras ¡que eran muchas por desgracia!
Me dices en tu carta que soy un héroe y que debo estar entre laureles porque es la flor con que debo estar adorado; tú también, amigo Fullana, debes estar aún más que yo entre laureles, porque fuiste un héroe de verdad, un valiente y un mártir de nuestra patria.
Yo recuerdo, amigo Fullana aquél triste y amargo día en que hallándose el destacamento muerto de hambre, dispuso nuestro Jefe don Saturnino Martín Cerezo (dices muy bien en tu carta) el mil veces héroe y mártir de la Patria, una salida al bosque de uno de nosotros para ir en busca de unas hojas de calabacera para poder comer aquel día tan amargo y tú al oír que era menester que uno se separara (lo que nunca) de nuestro lado, para traernos que comer, dirigiéndote al Teniente te oí decir: "mi Teniente, yo voy en busca de comida para V. y para el destacamento; sí muero, bien está, es por mi patria, pero si escapo viviré satisfecho de haber salvado la vida de todos mis compañeros". Y concluye nuestro paisano: "Ven lo antes posible a verme que quiero abrazarte. No sé si tendré fuerzas para ello porque estoy muy viejo pero me conformo con que tú me abraces y entonces los dos juntos, eso sí que tengo ánimo para hacerlo, daremos ese grito que tú dices quieres repetir y que mientras viva no lo olvidaré jamás y aún antes de morir si tengo alientos lo gritaré: ¡Viva España!”

José Hernández Arocha. Taco (Tenerife) 19 Octubre 1912»
(Publicado por La Opinión de Tenerife)



 

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